martes, 16 de octubre de 2012

RESPONSABILIDAD SOCIAL UNIVERTSITARIA


Entendemos a la realidad universitaria como una institución y una experiencia centradas en el saber. Aprender y enseñar constituyen la esencia del mundo universitario. Pero entre ambos extremos existe una amplia gama de actividades – como el atesoramiento del saber y su incremento mediante la investigación – que hacen de la vida de los claustros una vivencia inagotable y en permanente renovación.

A pesar de la riqueza de esa concepción, toda institución dotada de un verdadero espíritu universitario la encontrará insuficiente. Echará de menos, en ella, la referencia a esa realidad más amplia – la sociedad y sus necesidades – sin la cual el cultivo y la transmisión del saber no alcanzan relevancia plena. La inserción social de la Universidad y las responsabilidades que se derivan de ello son, antes que complementos electivos, componentes esenciales de una identidad universitaria genuina.


La vocación social de la Universidad debe ser entendida, sin embargo, de una manera especial. Esta no es una organización productiva ni comercial; no representa a un sector de la sociedad en particular ni aspira a tener un papel político. El cultivo de la ciencia y las humanidades se encuentra en otro plano de la existencia colectiva: si bien se interesa en todos los antes mencionados, lo hace desde una posición particular: la pasión por la verdad y la primacía del conocimiento como principio de toda interacción con la comunidad a la que pertenece. El apego a esos principios – la lealtad a un cierto ethos universitario – es condición esencial para su relevancia social.




Así, es evidente que la primera función social de la Universidad es formar profesionales de excelencia y al mismo tiempo personas éticamente concernidas. La universidad cumple sus responsabilidades generando ciudadanos y personas con conciencia histórica y espíritu cívico: seres capaces de reconocer la situación de sus sociedades y de entender sus deberes hacia sus conciudadanos. Entre esas personas capaces y honradas deben surgir los líderes de una sociedad humanitaria, justa y además eficiente.

Al mismo tiempo, como cultivadora y depositaria del saber, corresponde a la Universidad el deber de guiar la discusión de los asuntos públicos con honradez, respeto por la verdad y sentido crítico. Nada hay más dañino para una democracia que la cancelación o la degradación del debate público. Una universidad que renuncia a su deber de alentar y dar forma a la discusión ciudadana incurre en una grave omisión de sus deberes y se condena a la insignificancia.

Finalmente, es claro que la conjunción del saber y el hacer, del discernimiento conceptual y la pericia técnica es una riqueza que toda universidad debe poner al servicio de su sociedad. La Universidad está obligada a ser motor y garante del desarrollo económico y social de su colectividad con intervenciones respetuosas, eficaces y con sentido de futuro a favor de los más necesitados. En una realidad como la peruana ese deber es más perentorio y evidente: la violencia, la pobreza, la injusticia, la discriminación constituyen día a día un reclamo ardiente para el mundo universitario.

Saber y actuar, el rigor del claustro y el compromiso del mundo exterior, no son para una verdadera universidad realidades opuestas sino claramente complementarias. El cumplimiento de su responsabilidad social demanda cultivar siempre un equilibrio entre ambas.




Salomón Lerner FebresRector de la PUCP (1994-2004).
Doctor en Filosofía, Universidad Católica de Lovaina.
Ha sido Presidente de la Unión de Universidades de América Latina (UDUAL)


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